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Los 7 hábitos que nunca pierden vigencia

7 hábitos de la gente altamente efectiva

Desarrollo personal

Los 7 hábitos que nunca pierden vigencia

A muchos, la crisis causada por la pandemia del coronavirus nos ha puesto a reflexionar sobre la vida que tenemos, y la vida que queremos. Y algunos libros son particularmente útiles para lo segundo.

La crisis causada por la pandemia del coronavirus ha tenido, al menos, un lado positivo: a muchas personas nos ha hecho reflexionar sobre la vida que tenemos, y la vida que queremos. Y algunos libros son particularmente útiles para lo segundo.

Estos días aproveché para volver a leer un libro clásico, esos que no pierden vigencia a pesar de los años, y que tienen información valiosa no solo para la vida profesional, sino también la personal: ‘Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva’, de Stephen R. Covey, uno de los libros más influyentes en el mundo de los negocios.

Este libro, que ha vendido 25 millones de copias, se publicó en 1989, pero sus enseñanzas siguen vigentes luego de más de tres décadas y continúa apareciendo en las listas de los libros de administración más importantes de la historia que elaboran revistas como Time y Forbes.

En este artículo, quiero resumir las enseñanzas más importantes de esta obra, aunque vale la pena que lea el libro completo si lo tiene en su biblioteca.

La esencia: construir un carácter sólido

Covey, quien murió a los 79 años en un accidente en bicicleta (en el 2012), se destacó como educador, escritor y hombre de negocios. Era administrador de empresas, con un MBA en la universidad de Harvard, y se hizo famoso por sus libros y por las conferencias que dictó en todo el mundo. En 1996, la revista Time lo incluyó en su lista de ‘los 25 estadounidenses más influyentes’.

Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva

En ‘Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva’, Covey dice que muchos de los libros sobre el éxito que se escribieron en el siglo XX son superficiales y hacen énfasis en la imagen y en técnicas relacionadas con la personalidad para conseguir resultados, resolver problemas y mejorar las relaciones. Él opina que es un error, pues lo que se debe hacer es construir un carácter sólido, un núcleo fuerte que no cambie a pesar de las circunstancias, y que esté basado en principios que son inmutables, como la integridad, la humildad, el valor, la justicia, la paciencia, el esfuerzo y la modestia. Vivir con base en esos principios es lo que conduce a la efectivad, el éxito y la felicidad.

Para ello, él dice que se debe trabajar en el desarrollo de 7 hábitos que “se convierten en las bases del carácter, creando un centro de mapas correcto a partir del cual la persona puede resolver problemas con efectividad y maximizar sus oportunidades”.

Cuando él habla de “mapas correctos” se refiere a la necesidad de que las personas examinen los paradigmas que rigen sus vidas. Un paradigma es una forma de ver el mundo, es como un mapa; y si una persona tiene los mapas equivocados, de nada le servirá empeñarse en lograr cambios. Él opina que debemos examinar nuestros paradigmas básicos porque de ellos surgen nuestras actitudes y conductas.

Los 7 hábitos que Covey invita a desarrollar están divididos en internos (o privados) y externos (o públicos). Los tres primeros son internos y tienen que ver con el autodominio: ser proactivo, comenzar con un fin en mente y poner primero lo primero. Los tres externos son: pensar ganar-ganar, buscar primero entender y luego ser entendido, y sinergizar. El séptimo hábito es algo que él llama afilar la sierra, que es crear un entorno que le permita renovarse a diario en los planos físico, espiritual, mental y emocional, para así alcanzar una espiral de desarrollo ascendente.

Covey menciona un proverbio que dice: “Siembra un pensamiento, cosecha una acción; siembra una acción, cosecha un hábito; siembra un hábito, cosecha un carácter; siembra un carácter, cosecha un destino”. Según él, los hábitos son factores muy poderosos en nuestra vida. Y así como es difícil romper con los hábitos incorrectos (como la indecisión, la impaciencia o el egoísmo), comenzar a trabajar en los correctos, día a día, hace que poco a poco se arraiguen con mucha fuerza en nuestro carácter. “Somos lo que hacemos día a día; la excelencia no es un acto, sino un hábito”, decía Aristóteles.

Los 7 hábitos que Covey propone le brindan a la gente el equilibrio que se necesita para ser efectivo. Este equilibrio él lo explica con la fábula de la gallina de los huevos de oro. Covey opina que la efectividad está en función de dos cosas: “lo que se produce (los huevos de oro) y los medios de producción y la capacidad para producir (la gallina). Si uno adopta un modelo de vida centrado en los huevos de oro y se olvida de la gallina, pronto se encontrará sin los medios que producen los huevos. Pero si se limita a cuidar la gallina sin recoger los huevos, pronto estará sin dinero para alimentarse a sí mismo y al ave”.

Las personas que se centran en lo que se produce (los huevos), y descuidan la gallina, son las que a veces se enfocan totalmente en su trabajo y descuidan su salud, a su pareja o a sus hijos, lo que al final les quita lo que era realmente importante en sus vidas. Y las que se enfocan solo en la gallina son aquellas que, por ejemplo, se pasan toda la vida estudiando, pero sin producir dinero. El equilibrio es la clave. “Nuestro bien económico más importante es nuestra capacidad para ganar dinero”, dice Covey.

Varios de los hábitos (los externos) buscan mejorar las relaciones con los demás porque, según Covey, la independencia no es el estado ideal, como mucha gente piensa, sino la interdependencia. Las personas pasamos de un estado de dependencia total, cuando somos niños, a uno de independencia, en donde sentimos que podemos hacerlo todo solos. Pero él explica que “mientras que las personas independientes consiguen lo que quieren gracias a su propio esfuerzo, las personas interdependientes combinan sus esfuerzos con los de otros para lograr un éxito mayor”.

Es un estado más difícil de lograr, porque hay que lidiar con las emociones y expectativas de otros, pero es más poderoso. Covey dice: “Las personas independientes pueden ser buenos productores individuales, pero no serán buenos líderes ni buenos miembros de un equipo. La vida es interdependiente. El concepto de interdependencia es mucho más maduro y avanzado”. En esencia, se trata de comprender que, trabajando con otros, uno puede lograr mucho más que solo. “Así se logra acceso a los amplios recursos y potenciales de otros seres humanos”, dice el escritor.

Hábito 1: ser proactivo

El primer hábito que se debe desarrollar es la proactividad. Es decir, tomar la iniciativa y asumir que somos responsables de nuestra propia vida.

Covey dice que hay personas que viven en función de circunstancias externas, y por eso pierden el control de sus vidas, lo cual las vuelve reactivas. Esas personas se ven afectadas todo el tiempo por las circunstancias y le echan la culpa de todo lo que les pasa a los otros o a factores externos. Por ejemplo, las afecta el mal clima, el tráfico de la ciudad, la forma como las tratan otras personas. Cuando se las trata bien, se sienten bien; si se las trata mal, se vuelven defensivas. Si su jefe es paciente y motivador, trabajan bien; si no lo es, bajan su rendimiento. Según Covey, “las personas reactivas construyen sus vidas emocionales en torno a la conducta de los otros, y eso permite que los defectos de las otras personas las controlen”.

En cambio, dice, las personas proactivas son aquellas que saben que, ante cualquier estímulo externo, ellas tienen la capacidad interior de elegir una respuesta. Ellas deciden de qué forma las va a afectar algo; además, toman la iniciativa y asumen la responsabilidad de hacer que las cosas sucedan.

Covey dice que lo que nos hiere o daña no es lo que nos sucede, sino nuestra respuesta a lo que nos sucede. Lo que más importa es el modo en que respondemos a lo que experimentamos en la vida. “Si alguien quiere conseguir un mejor empleo, por ejemplo, debe tener más iniciativa: estudiar la industria, analizar los problemas que afectan su empresa, elaborar una exposición efectiva para demostrar de qué modo sus capacidades pueden ayudar a resolver las dificultades de la compañía. Si la industria en la que usted trabaja está en crisis, lo que debe pensar es cuál será su respuesta, cómo puede tomar la iniciativa en esta situación (reducir costos, ampliar el mercado, etc.)”, dice Covey.

Según Covey, un modo de tomar conciencia de nuestro grado de proactividad es examinar en qué invertimos nuestro tiempo y energía. “Todos tenemos preocupaciones, como la salud, los hijos, los problemas del trabajo, los del país. Pero en nuestro ‘círculo de preocupación’ hay cosas sobre las que no tenemos ningún control real, y otras sobre las que podemos hacer algo. Estas últimas están dentro del ‘círculo de influencia’. Determinando cuál de estos dos círculos es el centro sobre el cual gira la mayor parte de nuestro tiempo y energía, descubriremos cuál es nuestro grado de proactividad”, explica.

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Covey dice: “Las personas proactivas centran sus esfuerzos en el círculo de influencia. Se dedican a las cosas sobre las que pueden hacer algo. Su energía es positiva y eso amplía su círculo de influencia. La reactivas centran sus esfuerzos en el círculo de preocupación; su foco se sitúa en los defectos de otras personas, en los problemas externos y en circunstancias sobre las que no tienen control. Por eso se llenan de sentimientos de impotencia y lenguaje reactivo, y su círculo de influencia se encoge. Cuando trabajamos en nuestro círculo de preocupación les otorgamos a las cosas que están en su interior el poder de controlarnos”.

Según el escritor, siempre que pensemos que el problema está afuera, ese pensamiento es el problema, porque le otorgamos a algo externo el poder de controlarnos. El enfoque proactivo consiste en cambiar de dentro hacia fuera: es decir, provocar un cambio positivo en lo que está afuera siendo más ingenioso, más diligente, más creativo y más cooperativo.

Hábito 2: comenzar con un fin en mente

El hábito 2 consiste en definir qué es lo importante para usted en cada aspecto de su vida. Cuando uno sabe qué es lo verdaderamente importante y mantiene esa imagen en mente, actúa cada día para ser y hacer lo que en realidad le interesa.

Covey dice: “Es muy fácil caer en la trampa de la actividad y el ajetreo, y así trabajar muy duro para subir por la escalera del éxito solo para descubrir al final que estaba apoyada en la pared equivocada. Es posible estar muy atareado sin ser muy efectivo. Con frecuencia las personas logran victorias vacías, éxitos que consiguen a expensas de cosas que luego comprenden que eran mucho más valiosas. Si la escalera no está apoyada en la pared correcta, cada paso que demos sólo nos acercará al lugar erróneo”.

Covey explica que la administración y el liderazgo no son lo mismo. “La administración se centra en el límite inferior: cómo puedo hacer mejor las cosas. El liderazgo aborda el límite superior: cuáles son las cosas que quiero realizar”. Él cita al gurú de la administración Peter Drucker, quien dice que administrar es hacer las cosas bien, mientras que liderar es hacer las cosas correctas. “La administración busca la eficiencia en el ascenso por la escalera del éxito; y el liderazgo determina si la escalera está apoyada en el lugar correcto. Una administración eficiente sin un liderazgo efectivo es como alinear bien las sillas en la cubierta del Titanic”, dice.

Para comenzar con un fin en mente, Covey dice que se debe escribir un ‘enunciado de misión personal’. Este es como la constitución de un país, pero personal. Lo interesante es que él recomienda no centrarse solo en la familia, o el dinero, o el cónyuge, o el trabajo, o la religión, porque en todos los casos hay desventajas. En su opinión, el centro de nuestra vida debe estar fundamentado en los principios. “Los principios correctos no cambian; podemos depender de ellos. Los principios no reaccionan ante nada ni empiezan a tratarnos de otro modo. No se divorcian de nosotros, y su validez no depende de la conducta de otros. Están a salvo de incendios o robos. Los principios son verdades profundas y fundamentales”.

El enunciado de misión personal debe dividirse en las diversas áreas de la vida y especificar las dos o tres metas que se quiere alcanzar en cada una. Por ejemplo, uno debería definir qué quiere lograr como profesional, con su familia, etc.

Hábito 3: poner primero lo primero

El tercer hábito, en esencia, es priorizar día a día. Covey dice: “Mientras que el liderazgo decide qué es lo primero, la administración le va asignando el primer lugar del día, día tras día, momento a momento. La disciplina proviene del interior. Uno sigue los valores, y tiene la voluntad y la integridad de subordinar a esos valores todos los sentimientos, impulsos y estados de ánimo”.

Covey recomienda trabajar con una matriz de tiempo que divide todas las actividades en cuatro cuadrantes: urgente e importante (cuadrante 1), no urgente pero importante (cuadrante 2), urgente pero no importante (cuadrante 3) y no importante ni urgente (cuadrante 4). Él dice que las personas efectivas permanecen fuera de los últimos dos cuadrantes porque, urgentes o no, esas actividades no son importantes.

Además, ellas tratan de reducir el cuadrante 1 (urgente e importante), pasando más tiempo en el 2 (no urgente pero importante), que es el corazón de la administración personal efectiva. “El cuadrante 2 trata de las cosas que no son urgentes, pero sí importantes; por ejemplo, construir relaciones, planificar a largo plazo, reconocer oportunidades nuevas, hacer ejercicio, hacer mantenimiento preventivo, prepararse, todas esas cosas que sabemos que hay que hacer, pero que solemos eludir porque no son urgentes”. Peter Drucker dice que las personas efectivas no se orientan hacia los problemas, sino hacia las oportunidades; alimentan las oportunidades y dejar morir de inanición los problemas.

Teniendo en mente la matriz de tiempo, Covey recomienda preguntarse: ¿Qué puedo hacer que no esté haciendo ahora y que, si lo hiciera regularmente, representaría una tremenda diferencia positiva en mi vida personal? Seguramente, dice, serán actividades del cuadrante 2. El problema es que, como no son urgentes, no se les dedica tiempo, pero las actividades del cuadrante 2 son las que pueden traer una diferencia muy positiva a la vida.

¿Cómo se consigue tiempo para las actividades del cuadrante 2? Quitándole ese tiempo a los asuntos de los cuadrantes 3 y 4 (él explica que no se pueden ignorar las actividades urgentes e importantes del cuadrante 1, aunque este se reducirá cada vez más a medida que dedique más tiempo a la prevención y preparación en el cuadrante 2). Covey además explica que, para decirles “sí” a las prioridades del cuadrante 2, debe aprender a decirles “no” a otras actividades, incluso algunas que en apariencia son urgentes.

“Tenga presente que uno siempre le está diciendo ‘no’ a algo. Si no se lo dice a lo aparente y urgente, probablemente se lo está diciendo a cosas más fundamentales”, explica. Entonces, lo primero que uno debe hacer es identificar y poner por escrito sus roles claves: padre, profesional, hijo, etc., y luego pensar en dos o tres resultados importantes que quiere lograr en cada rol cada semana. Luego debe programar el tiempo durante la semana para dedicarse a alcanzar esas metas.

Finalmente, Covey recalca la importancia de delegar. “Delegar en otros con efectividad nos permite dedicar nuestra energía a otras actividades importantes. La capacidad para delegar en otros es la principal diferencia entre el rol de administrador y el de productor independiente. Un productor invierte una hora de esfuerzo y produce 1 unidad de resultados. Un administrador invierte una hora de esfuerzo y puede producir 10, 15 o 100 unidades de resultados por medio de la delegación efectiva”, dice.

Hábito 4: pensar ganar-ganar

Los hábitos 1, 2 y 3 nos vuelven personas independientes, mientras que los hábitos 4, 5 y 6 nos ayudan a volvernos interdependientes. Covey dice que la interdependencia nos abre muchas posibilidades porque nos ayuda a generar asociaciones profundas y significativas que aumentan dramáticamente la productividad. El problema es que tendrá que empezar a lidiar con las emociones de otros.

Por ello, Covey recomienda pensar en las relaciones con una metáfora: una cuenta bancaria emocional, que aumenta la confianza que hay en una relación. “Yo aumento mi saldo en esa cuenta emocional mediante la cortesía, la bondad, la honestidad y manteniendo los compromisos que hago. Puedo apelar a la confianza de la otra persona muchas veces, e incluso puedo equivocarme, pero los depósitos que he hecho compensarán la diferencia. Cuando la cuenta de confianza es alta, la comunicación es fácil y efectiva”, dice.

Por el contrario, las personas que suelen ser poco corteses, irrespetuosas, que ignoran a los otros, que son arbitrarias, que amenazan y que traicionan la confianza terminan con cuentas emocionales con saldo en rojo. En esas relaciones el nivel de confianza es muy bajo y no se puede esperar mucha flexibilidad.

Para mantener alta la confianza, Covey recomienda cosas como honrar los compromisos (no hacerlo representa uno de los retiros de la cuenta más importantes, pues no nos creerán la próxima vez), aclarar las expectativas (muchas dificultades se presentan porque no es claro qué espera una persona de la otra) y tener una mentalidad ganar-ganar.

Este último punto se refiere a que se debe buscar constantemente el beneficio mutuo en todas las interacciones humanas; es decir, que ganen los dos, que todas las partes se sientan bien por las decisiones que se toman y que así se comprometan con el plan de acción. “Ganar-ganar ve la vida como un escenario cooperativo, no competitivo. Se basa en el paradigma de que hay mucho para todos, de que el éxito de una persona no se logra excluyendo el éxito de los otros”.

Covey dice que muchas relaciones y negociaciones tienen un enfoque ganar-perder. Ese enfoque es autoritario, y suele imponer al otro acuerdos en los que solo una persona queda satisfecha. Pero, como explica Covey, “la mayor parte de la vida no es una competencia; sería ridículo preguntar ¿quién está ganando en su matrimonio? La mayor parte de la vida es una realidad interdependiente, no independiente; la mayoría de los resultados dependen de la cooperación con otros y este tipo de mentalidad no conduce a esa cooperación”.

Hábito 5: buscar primero entender; luego ser entendido

Covey explica que los cuatro tipos básicos de comunicación son leer, escribir, hablar y escuchar. Y aunque las aptitudes para la comunicación son fundamentales en la vida, pasamos años aprendiendo a leer, escribir y hablar, pero nunca nos enseñan a escuchar de forma que comprendamos realmente al otro ser humano.

“Para escuchar con empatía, debe cambiar sus paradigmas. Los típico es que primero procuremos ser comprendidos. Y la mayoría de las personas no escuchan con la intención de comprender, sino para contestar. Están hablando o preparándose para hablar. Lo filtran todo a través de sus propios paradigmas”, dice Covey. “Lo que se debe hacer es escuchar con empatía, con la intención de entender. Eso implica entrar en el marco de referencia de la otra persona, ver el mundo como lo ve ella, comprender su paradigma y lo que siente”.

Según Covey, es muy difícil interactuar efectivamente con alguien, e influir en él, sin llegar primero a comprenderlo. Por ejemplo, dice, “un vendedor efectivo procura primero comprender las necesidades, las preocupaciones y la situación del cliente. El vendedor aficionado vende productos; el vendedor profesional vende soluciones a las necesidades y problemas. El profesional aprende a relacionar las necesidades del cliente con sus propios productos y servicios. Y, cuando es el caso, tiene la integridad de decir que su producto o servicio no satisface esa necesidad”.

Hábito 6: sinergizar

Covey dice que alcanzar una sinergia en las relaciones con los demás es la verdadera puesta a prueba de todos los otros hábitos. La sinergia es lograr que el todo sea más que la suma de sus partes. Es canalizar, unificar y liberar las más grandes energías del interior de la persona. Y es más probable que se pueda lograr una sinergia que produzca soluciones muy creativas si entre las personas o los equipos hay confianza y respeto mutuos.

Él dice que, en muchas situaciones en las que una persona o un grupo quiere una cosa y la otra parte quiere otra, siempre hay una tercera alternativa. Y se llega a esa tercera alternativa si se tiene una cuenta bancaria emocional con saldo positivo, si existe confianza y comunicación abierta, si se piensa ganar-ganar, si se escucha con empatía y se busca entender primero, y si se entienden las preocupaciones del otro.

“La búsqueda de una tercera alternativa es un cambio de paradigma importante porque desplaza la mentalidad de ‘es esto o es lo otro’. Se consume mucha energía cuando las personas tratan de resolver problemas o tomar decisiones mencionando los pecados del otro, con conflictos interpersonales, protegiendo la retaguardia, luchando por el dominio… Es como manejar un carro con un pie en el acelerador y el otro en el freno. Y en lugar de retirar el pie del freno, la mayoría de la gente aprieta más el acelerador. Trata de aplicar más presión, más elocuencia, más información lógica para fortalecer su posición”, dice.

Covey agrega que “valorar las diferencias (mentales, emocionales y sicológicas) es la esencia de la sinergia. Y la clave para valorar esas diferencias es comprender que todas las personas ven el mundo no como es, sino como son ellas mismas”. Una persona verdaderamente efectiva valora las diferencias porque estas acrecientan su conocimiento y su comprensión de la realidad; además, cree en la posibilidad de que ambos tengan razón, de que la vida no siempre es ‘esto o lo otro’, y de que casi siempre hay terceras alternativas.

Hábito 7: afilar la sierra

Covey dice que no nos puede pasar como al leñador de un cuento que estaba cortando un tronco con una sierra desafilada, y eso hacía su trabajo muy difícil, pero decía que no podía detenerse para afilar la sierra porque estaba demasiado ocupado aserrando.

“El hábito 7 es preservar y realzar el mayor bien que posee: usted mismo. Eso significa renovar las cuatro dimensiones de su naturaleza: la física, la espiritual, la mental y la social-emocional. Y para ello debe ser proactivo. Es una actividad del cuadrante 2 (no urgente, pero importante) y por eso debe presionarse hasta que se convierta en una segunda naturaleza, en una especie de adicción sana”, dice. Él opina que la inversión más poderosa es en nosotros mismos, en el único instrumento con el que contamos para vivir y realizar nuestro aporte.

En este capítulo del libro, Covey habla de la necesidad de hacer ejercicio de forma regular, comer alimentos saludables, dormir lo suficiente, mantener la mente activa, aprender cosas nuevas constantemente, leer al menos un libro al mes (inicialmente, y luego aumentar la cantidad), tener proyectos personales significativos, ayudar a los demás y meditar o tener una vida espiritual rica, entre otros.

Al final del libro, Covey admite que él debe bregar casi a diario con los 7 hábitos, que se requiere un esfuerzo. Pero explica: “Los aviones suelen desviarse de la ruta durante gran parte del trayecto, pero siempre vuelven al plan de vuelo. Y siempre llegan a su destino. Con uno es igual: la clave es tener un fin en mente y corregir continuamente el rumbo”.

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Imagen: Gerd Altmann / Pixabay

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