Hoy, mientras en Davivienda me decían que no podían abrir una cuenta para mi empresa por tener como actividad económica el código 6312, alcancé a pensar que había cometido un error craso al crear mi compañía… Mi primer pensamiento fue: la embarré, debo haberla creado con un código CIIU que pertenece a fabricantes de armas, promotores de pornografía, distribuidores de drogas ilícitas o revendedores de tapabocas N95.
Mientras la persona que me atendió en la sucursal del Centro Comercial Niza se levantó para consultar a su jefe, luego de mirarme con preocupación, saqué mi celular e hice una búsqueda rápida en Internet. Con las gafas empañadas por el temor, y por el bendito tapabocas, alcancé a encontrar el dato que buscaba: “6312 – Portales web”.
Un poco más tranquilo, aunque ahora más confundido, intenté recurrir a mi escaso encanto personal cuando la persona regresó para explicarle con mucha cordialidad que esa ni siquiera era la actividad principal de mi negocio, sino la secundaria, porque la principal era la edición de revistas.
Ella me dijo que la edición de revistas estaba bien (respiré aliviado), pero me aclaró que el problema era que había incluido el código CIIU de ‘portales web’ al crear la compañía… Mientras me dijo eso, a los dos se nos volvió enorme el folleto de ‘Portal Pymes de Davivienda’ que reposaba con aire desafiante junto al teclado de su computador. Cuando se lo mencioné, con una risilla maliciosa, hizo de cuenta que no me escuchó, y siguió mirando la pantalla de su computador con aire circunspecto.
Entonces le pregunté cuál era exactamente el problema, porque eso era lo único que no me había explicado, y me dijo con una mirada severa, pero compasiva: “El banco tiene unas actividades que en este momento no está vinculando, entre esas la 6312”.
Yo le aclaré que solo quería abrir una cuenta de ahorros, y que mi sentido del decoro tampoco me permitía tener una vinculación muy cercana con un banco. Entonces me repitió que, aunque no sabía por qué, “en este momento el banco a esas actividades no les puede dar un producto o un servicio”.
Yo le dije que quizás era un error, porque en esta era de transformación digital, de negocios en línea y con un gobierno que quiere apoyar el emprendimiento y la tecnología, era posible que muchos emprendedores exhibieran ese infame código CIIU en sus RUT cuando fueran a abrir una cuenta de ahorros.
En ese momento, quizás con el sentido patriótico alborotado por mis palabras, ella me lanzó una mirada optimista, y se paró de nuevo a consultar a la jefe de esa sucursal. Entre tanto, yo volví a tomar mi celular, con cierto temor de que alguien me diera un coscorrón por usarlo dentro del banco (no manejo bien las culpas, quizás por mi crianza católica), y revisé qué dice el sitio web de la DIAN sobre las actividades económicas del código 6312:
– “La explotación de los sitios web que utilizan un motor de búsqueda para generar y mantener extensas bases de datos de direcciones de Internet y de contenido en un formato de fácil búsqueda”.
– “La explotación de otros sitios web que funcionan como portales de Internet, tales como sitios de medios de difusión que proporcionan los contenidos que se actualizan de forma periódica”.
En ese momento entendí que quizás el problema estaba en la palabra “explotación”. Como había escuchado de refilón en otro de los puestos del banco que hablaban de “aperturar” una cuenta, algo que me irritó un poco los oídos, presumí que quizá la inteligencia artificial del software de Davivienda había tergiversado un poco la palabra “explotación”, para darle un significado diferente al que yo conocía.
Poner una bomba en Google (“la explotación de los sitios web que utilizan un motor de búsqueda…”) era una razón entendible para la preocupación de Davivienda, al igual que un acto terrorista similar en un portal como ENTER.CO (“La explotación de otros sitios web que funcionan como portales de Internet…”).
Consciente de que algunas palabras no se deben mencionar al subirse a un avión a raíz del 9/11, y quizás tampoco en Davivienda, decidí no hablarle de mi teoría a la persona cuando volvió. Pero “la explotación de otros portales” me hizo caer en cuenta de que yo tenía un argumento de peso para lograr abrir la cuenta: le recordé que, como gerente ‘encartado’ de ENTER.CO, yo había aperturado… perdón, abierto (eso se pega) una cuenta en esa misma sucursal seis meses antes, que la había abierto precisamente con ella y para una empresa que entre sus actividades incluye la espeluznante categoría 6312.
En ese momento, creo que un poco avergonzada porque se acordaba de mí, ella se paró de nuevo, a consultar por tercera vez a su jefe. Cuando volvió, solo me dijo negando con la cabeza: “Es una actividad que en ese momento está restringida para vinculación con el banco”. Lo dijo con un tono tan bajo y solemne que me preocupó estar metiéndola en un problema, así que entendí que quizás yo estaba en el lugar equivocado, y simplemente me fui del banco.
Ya hablando más en serio: la persona que me atendió estaba tan confundida como yo, y fue infinitamente amable, así que solo me queda preguntar: Davivienda, ¿el mando medio que se inventa esas reglas es el mismo que hace sus divertidos comerciales? Porque solo alguien con un sentido muy retorcido de la ironía puede inventarse restricciones que afectan a las empresas digitales precisamente en el momento en el que más se necesita un giro hacia Internet; eso da a entender que Davivienda le tiene miedo a la tecnología, que es la que ha permitido que muchas compañías sigan funcionando en estos tiempos de pandemia.
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